Dicen
que solo el ser humano es el único ser capaz de cometer el mismo error una y
otra y otra vez, ni los animales tropiezan dos veces con el mismo obstáculo,
por el contrario, lo esquivan.

Sin
embargo, a diferencia de los animales y sobre todo las mujeres, nos llevamos la
medalla de oro a la necedad, masoquismo y estupidez. Es como si todo el dolor
que jamás imaginamos seríamos capaces de sentir, no fuera suficiente para poner
un stop y decir ok, hasta aquí llegue.
La idea errónea de que el amor es sufrimiento y que mientras más duela más estás amando, es una patraña creada por las novelas
mexicanas y así, al mismo estilo de María la del Barrio, Rosalinda o Marimar, nos aferramos a aquél dolor, a
ese sentimiento que nos ahoga y nos quita la respiración; todo ¿por qué? por un
miedo absurdo a volver empezar.
A
veces la vida nos topa con personas que son negativas en todo el sentido de la
palabra, que nos quitan, nos restan, nos absorben y se llevan los mejores
momentos de nuestras vidas y con ello nuestras risas espontáneas y de paso,
nuestra esencia. De pronto un día despertamos y nos damos cuenta de que no
somos más esa persona llena de vida y energía que solíamos ser, nos somos más
esa cara risueña y llena de esperanza; y así un día cualquiera, nos
damos cuenta que nos hemos convertido en un simple fantasma, en un ente que
solo camina y respira por automatismo y es entonces cuando debemos tomar aquella
dura y difícil decisión de decir adiós y seguir nuestro camino, lejos de ese
alguien que no supo valorarnos y que nos regaló más decepciones que risas, más
lagrimas que abrazos y más tristeza que
momentos gratos.
Cuando conocemos a alguien luego de una decepción y que de primer momento parece ser esa persona que te salvará, que te dará al fin las cosas que no te dieron, que será él con
el que al fin tengas tu historia de amor, colocamos todas
nuestras esperanzas y energías en aquella historia. Sin duda al principio todo
irá bien, ambos darán lo mejor de sí mismos, y nos ilusionaremos e involucraremos alma, piel y corazón, esperando que éste sea lo que llamamos "nuestro destino".
De
pronto llega la primera señal de que no era el príncipe de la cenicienta, pero lo
dejamos pasar, confiadas en que nosotras, al estilo de la típica película americana, haremos cambiar al bad boy, que solo con
amor y paciencia todo será como lo imaginamos. Y sí, ahí está el problema,
nos la pasamos idealizando situaciones, contándonos cuentos y
cuando nos damos cuenta, hemos caído una, dos, tres veces y cada vez nos
resulta más difícil levantarnos.
Dicen que la
primera vez que te defraudan, cometiste un error, te equivocaste, simplemente
confiaste en la persona incorrecta, pero qué pasa
cuando esa misma persona es la que te defrauda, dos, tres, cuatro, seis o diez
veces más? Acaso también es un error? No, sin duda fue una decisión y por ende,
debemos dejar de culpar a ese ser que nos lastima, porque somos nosotras quienes nos exponemos una y otra vez ante ese ser que sabemos que al final del día, terminará por causarnos un gran daño.
Pues sí, quien fue capaz de dejarte sufriendo y no sentir ni una pizca de pena por
tu dolor ni remordimiento, es alguien que simplemente no te supo querer y cada
vez que vuelva a ti, no tardará mucho en volver a aniquilarte y cada vez, será
peor y tú caerás un poco más bajo.
Pero nos
obsesionamos, nos aferramos a esa historia por más tóxica que sea porque no
tenemos una puta idea de qué pasará con nosotros luego de eso y elegimos los momentitos
fugaces de felicidad que nos da en la cama o luego de una pelea, por encima
de nuestra paz mental, de nuestra salud emocional y sobre todo por encima de
nuestra autoestima.
El día que tengamos
la fuerza suficiente para decir “me quiero más a mi que a ti” y “no me conformo con
esto en mi vida” y tomemos las riendas de nuestras emociones, el dolor pasará,
los recuerdos cada vez serán más lejanos y la determinación de que es mejor
así, cada vez será más fuerte; entonces descubriremos esa puerta de salida que
nos llevará a ver el sol luego de tanta
oscuridad y por qué no, tal vez solo allí, cuando dejemos de perdernos de vista
a nosotras mismas, llegará aquella persona que sí sabrá hacerte feliz y darte
el valor y respeto que todas nos merecemos.
Dicen por ahí que lo bueno tarda pero llega. Así que
fuerza, aprendamos que nuestra felicidad no depende de otra persona, sino de
nosotras mismas, y el día que entendamos eso, el dolor se irá y las nubes de nuestra cabeza dejarán de tapar al sol. A veces es mejor la
incertidumbre del mañana a solas, que la certeza del dolor y tormento con quien
ha dado muestras exageradas de que no te ama.
Si aprendemos a dar
un paso al lado en el momento indicado, podemos evitarnos años de dolor y
tortura, no seamos más mártires, si algo no funciona no nos obsesionemos
tratando de hacerlo funcionar a la fuerza, recuerden que el sexo no garantiza
el amor y que lo que no se da de modo espontáneo, simplemente no se dará por la
fuerza.
Más vale sola y
tranquila, que acompañada y permanentemente atormentada, no desperdiciemos
nuestros mejores años tropezando una y otra vez con la misma piedra, que solo
caeremos más al fondo y a veces sin siquiera haber terminado de pararnos.
Ate,
Lunática a mil