miércoles, 9 de octubre de 2013

Ten cuidado con el corazón

Todos hemos tenido que decir adiós al menos una vez en nuestras vidas, ya sea por que se nos terminó el amor, porque nos nació el amor en una persona más, porque la relación se enfrió o porque sientes que ya no va o porque nos lo dijeron a nosotros y tenemos que hacernos a la idea. Pero de todas estas alternativas, creo que la más dolorosa de todas es tener que retirarse porque sabes que no hay más agua en ese pozo que tanto quieres o mejor dicho, que nunca la hubo. Espero entiendan la analogía.

Amor no correspondido, corazones rotos, lágrimas de decepción, dolor, desamor, son como el pan de cada día; y la verdad, qué difícil resulta reponernos del daño causado a nuestro interior, luego de una gran decepción, pues quedamos aniquilados, anulados por dentro, porque literalmente le entregamos el corazón a alguien que no lo quería.

Así me pasó, cuando pensé que las cosas no podían salir peor, apareció él. Es complicado explicar o tratar de resumir como comenzó todo, porque ni yo misma lo sé, solo puedo decir que fue más rápido de lo esperado, ahora lo sé, aunque en ese momento traté de negármelo.

No lo conocí, pues ya lo conocía, comenzamos a entablar una amistad o algo así, con un poco más de  tiempo, nos contamos de nuestras relaciones pasadas y de nuestras aventuras del presente. Todo era menos complicado por esa época, yo tenía al lado a un gran chico que me quería y al que yo quería también; y tenía por otro lado, a un ex que quería volver conmigo y al que no quería romperle el corazón, y lo mejor, yo no estaba enamorada de nadie; como diría Calamaro: "sin gloria, pero sin pena".

Debo confesar que si en aquél momento alguien me sugería la descabellada posibilidad de que algún día me vuelva a enamorar, hubiera podido apostar a que jamás sería de él, pues yo estaba convencida de que mi corazón ya no tenía oportunidad, que había quedado bloqueado con aquella última relación y que por eso ya ni siquiera podía sentir nada, ni por él ni por nadie. Era muy fría y dura por aquellos tiempos, por eso, no sé cómo me pasó lo que me pasó después.

Éramos amigos y como toda relación entre hombre y mujer: tu amigo te tiene ganas. Pero eso no me molestaba en lo absoluto, cuando somos mujeres tenemos que acostumbrarnos a que el tipo al que le contamos nuestras penas y aventuras, quiera ser parte de éstas últimas aunque sea una vez. Así que aceptaba risueñamente las bromas de doble sentido o algunas indirectas sobre lo apretado de mi falda, me resultaba hasta divertido. Después de mucho tiempo y como uno no sabe lo que le depara la vida, pasó lo que nunca me hubiera representado como posibilidad, EL BESO. Definitivamente tenía más de 4 tragos encima, pero es curioso como un momento en nuestras vidas puede cambiarnos la perspectiva de todo lo que creíamos hasta ese momento.

Luego de aquel beso, por supuesto siguieron muchos más y las cosas fueron aumentando de intensidad con el pasar de los días (you know what I mean) y así, un día me percaté que él y yo salíamos, pues así me lo dijo un amigo suyo. Cuando fui consciente de ello, sentí un poco de miedo, tal vez porque mi mecanismo de protección me estaba diciendo: SAL AHORA!!!! pero como toda chica que cree tener las cosas bajo control, seguí adelante. Por supuesto que nunca estuvimos, pues ya le había entregado tantas cosas que no necesitaba estar conmigo (malditos amigos con beneficios), pero lo más grave de todo fue, que entre tantos besos, caricias y demás, también le había entregado el corazón y él, no lo quería.

Y ahí comenzó la lucha entre ese músculo que late y mi razón, no contaba con que la razón se te puede nublar tanto cuando te enamoras, de hecho, era la primera vez que me pasaba que me rechacen. Fue la época más difícil de mi vida, porque él jamás me quiso, no hubo un solo momento en que yo me haya sentido correspondida, pero así y todo continué, con la absurda y tonta esperanza que algún día las cosas cambiarían y se despertaría enamorado de mí. 

Primero, pensé que yo había tenido la culpa de que las cosas no hayan funcionado o mejor dicho, que no se hayan cocinado, así que cuando acepté mi condición, "enamorada hasta los huesos", traté de cambiar las cosas, de cambiar yo, DE JUGÁRMELA y vaya que me la jugué. Dejé el orgullo de mujer de lado y las tonterías que éste implicaba, y lo busqué tantas veces como pude, le di cariño, amor, comprensión desmedida y, siendo un poco extremista, acepté cada una de las cosas que el hacía, decía y que dolían en lo más profundo de mi. Luego de algún tiempo me di cuenta de que nada de lo que hiciera, iba a ser valorado por él y que incluso, si lo valorara, no iba a hacer que nazca el amor por mi, pues lamentablemente, en esas cosas no se mandan y aunque me costó mucho, tuve que renunciar y retirarme, antes de que el golpe sea tan fuerte que me termine por volver loca.

Dicen que amar es dejar ir y yo no quería dejarlo ir porque creí que si tan solo él fuera consciente de todo lo que yo sentía, tal vez su corazón se ablandaría y empezaría a sentir cosas por mi. Ningún cálculo más equivocado, él ya me lo había dicho claramente, pero cuando uno está enamorado se ciega y no quiere ver lo evidente, lo que todos ven, menos tú, porque te aferras a una mínima posibilidad de duda para creer, porque aunque trillado, la esperanza es lo último que quieres perder y yo, quería pensar que él me podía querer y solo tenía que aguantar un poquito más; y peor que a muñeco porfiado, me dieron golpe tras golpe tras golpe, directo al corazón; y aunque dolió en lugares que jamás imaginé que podían doler, me reponía, olvidaba y seguía ahí, lista para recibir el próximo golpe, tal vez más fuerte, pero que mi resistencia sería valorada. Ja, ja. 

Pero aprendí muchas cosas de esto, primero, que el corazón siempre está listo para volver a amar, que contrario a lo que yo pensaba, sí se me volvieron a acelerar los latidos por alguien, sí volví a sentir esas mariposas en el estómago, sí volví a querer luchar por algo más y aunque no resultó como esperaba, al menos descubrí que estaba viva, que podía volver a sentir. Segundo, que no podemos forzar situaciones que espontáneamente no se dan, pues yo creí que debía de perseverar y luchar, lo cual ésta bien, pero si te das cuenta que no eres valorada, es mejor decir adiós y saber retirarse a tiempo, antes de que te lastimen más de lo que realmente estás dispuesto a aguantar y tercero, que nunca debemos arrepentirnos de entregar y perder, porque quien entrega y siente, es capaz de seguir entregando y sintiendo, en cambio,  quien nunca entrega nada, seguirá caminando por el mundo sin sentir cosas extraordinarias y eso, ya lo hace un perdedor.


Atte


Lunática a mil

lunes, 7 de octubre de 2013

Buena suerte y adiós



Debo confesar que cuando nos presentaron, no llamaste mi atención. En lo absoluto me pareciste un chico guapo, mucho menos interesante, todo lo contrario. Cuando nos hicimos “amigos”, tampoco me gustaste, sin embargo, me caíste bien, aunque no lo parecías, resultaste ser más gracioso de lo esperado y comencé a notar en ti algunas cosas que dejaban de hacerte el “nada que ver” que imaginaba eras.

Debo confesar que por ratos también me caíste como patada al hígado, conforme entrábamos en confianza, descubrí cierto aire de patanería y complejo de superioridad, que tal vez en el fondo, llamó ligeramente mi atención (siempre me atrajeron los idiotas). Pero como no quiero ser mezquina, he de reconocer que tu sentido del humor me resultaba embriagador y así, de a pocos, te fuiste ganando mi atención, aunque supongo que sin proponértelo.

Aunque sin terminar por gustarme del todo, debo admitir que quería gustarte, no porque no tuviera nada que hacer ni porque sea la típica chica que quiere que todos se mueran por ella, pero la idea de que alguien como tú se sintiera atraído por mi, me resultaba un desafío bastante atractivo. Tal vez desde ahí ya te había sobrestimado.

Debo confesar que cuando te besé por primera vez, en realidad no quería besarte, solo quería dejarte un recuerdo de mi, pero debo admitir que el momento exactamente después de ese beso, osea, cuando abrí los ojos y te mire tan cerca de mi, fue “un momento de impacto” (así lo oí en una película):  un destello de mucha intensidad que te cambia la vida por completo. Un momento de impacto cuyo potencial de cambio tiene efectos expansivos, más allá de lo que se pueda predecir. Sin duda, ese fue mi momento de impacto, un momento del que ni siquiera yo fui consciente y que me sumergió en aquella montaña rusa de sentimientos y emociones que fue lo que tuvimos, que para ti fue solo una aventura algo prolongada en el tiempo, pero para mi, fue la muestra de que mi corazón estaba vivo.

Es cierto que no pensé que después de ese beso las cosas continuarían, pues en honor a la verdad, no me pareció que tuvieras un gran talento para besar; sin embargo, por algún motivo que no lograba entender, quería seguirlo haciendo. Debo confesar que las siguientes salidas no las tomé en serio, pero sin saber por qué, no podía hacer que pararan. Debo de admitir que nunca confié en ti, pues tus intenciones desde el principio estuvieron muy marcadas a lograr algo específico y aunque si bien las cosas no acabaron después de ello, ahora sé que no me equivoqué, nunca te interesó algo más de mí. Tal vez debí hacer más caso a mi sexto sentido.

Es triste admitir que me enamoré de ti, porque ni un solo momento estuve cercana o en camino a ser correspondida y ahora sé que siempre lo supe, solo que ver las cosas claras cuando estás adentro es prácticamente imposible. No sé que me enamoró, pues fueron más las cosas que hacías para alejarme que para mantenerme cerca, sin embargo no me dejabas ir y así, me retuviste mucho tiempo por nada y para nada. Creo que la culpa es compartida, pues nunca tuve el suficiente valor para decirte adiós.

Debo confesar que hoy las cosas son distintas, que por primera vez en mucho tiempo puedo decir que no te extraño, que tus manos y tus labios ya no me hacen falta, que el recuerdo de los dos ya no me quema por dentro,  que realmente no quisiera verte, no ahora; que no tengo ninguna esperanza de que las cosas cambien y que incluso, si me dijeras que cambiarían, no las tomaría, porque no quiero nada más que venga de ti. Porque solo recibí cosas negativas de tu parte, pues sinceramente no puedo recordar una sola cosa buena, aprendí a escuchar frases hirientes y de la manera más estúpida me acostumbré a ser rechazada sentimentalmente y admitida solo de manera física y superficial; me convertí en un objeto para tu satisfacción y dejé de lado todas las cosas en las que creía y que deseaba con el corazón, pues nunca te interesó saber quien era de verdad y qué tenía adentro.

Hoy no está más esa chica que sacrifica su bienestar por estar a como de lugar a tu lado, hoy no está más esa chica que recibe las migajas que le quieres dar. Hoy soy yo nuevamente, amándome por encima de todo y decidiendo en función a lo que es mejor para mi, solo para mi. No diré que ya no duele, porque aún se me encoge el corazón cuando pienso en lo que pasó, pero sí admitiré que es un dolor distinto y que cada nueva mañana es menos intenso, al igual que el recuerdo que tengo de ti.

No sé si cuando el dolor pase pueda perdonarte, o si incluso habiéndote perdonado, quiera tener algún contacto contigo. Por ello, por favor, te pido que dejes de llamarme que no te responderé el teléfono, que dejes de escribirme porque no habrá mensaje de respuesta alguno y,  que si tu pregunta es por qué estoy así, solo recuerda todas las veces que llorando te pedí que me dejaras en paz, pues ya no habrá más lágrimas y a tu estilo, espero que descifres mi actitud.

Buena suerte y adiós.


Atte.

Tú ya sabes quien soy