Todos hemos tenido que decir adiós al menos una vez en nuestras vidas, ya sea por que se nos terminó el amor, porque nos nació el amor en una persona más, porque la relación se enfrió o porque sientes que ya no va o porque nos lo dijeron a nosotros y tenemos que hacernos a la idea. Pero de todas estas alternativas, creo que la más dolorosa de todas es tener que retirarse porque sabes que no hay más agua en ese pozo que tanto quieres o mejor dicho, que nunca la hubo. Espero entiendan la analogía.
Amor no correspondido, corazones rotos, lágrimas de decepción, dolor, desamor, son como el pan de cada día; y la verdad, qué difícil resulta reponernos del daño causado a nuestro interior, luego de una gran decepción, pues quedamos aniquilados, anulados por dentro, porque literalmente le entregamos el corazón a alguien que no lo quería.
Así me pasó, cuando pensé que las cosas no podían salir peor, apareció él. Es complicado explicar o tratar de resumir como comenzó todo, porque ni yo misma lo sé, solo puedo decir que fue más rápido de lo esperado, ahora lo sé, aunque en ese momento traté de negármelo.
No lo conocí, pues ya lo conocía, comenzamos a entablar una amistad o algo así, con un poco más de tiempo, nos contamos de nuestras relaciones pasadas y de nuestras aventuras del presente. Todo era menos complicado por esa época, yo tenía al lado a un gran chico que me quería y al que yo quería también; y tenía por otro lado, a un ex que quería volver conmigo y al que no quería romperle el corazón, y lo mejor, yo no estaba enamorada de nadie; como diría Calamaro: "sin gloria, pero sin pena".
Debo confesar que si en aquél momento alguien me sugería la descabellada posibilidad de que algún día me vuelva a enamorar, hubiera podido apostar a que jamás sería de él, pues yo estaba convencida de que mi corazón ya no tenía oportunidad, que había quedado bloqueado con aquella última relación y que por eso ya ni siquiera podía sentir nada, ni por él ni por nadie. Era muy fría y dura por aquellos tiempos, por eso, no sé cómo me pasó lo que me pasó después.
Éramos amigos y como toda relación entre hombre y mujer: tu amigo te tiene ganas. Pero eso no me molestaba en lo absoluto, cuando somos mujeres tenemos que acostumbrarnos a que el tipo al que le contamos nuestras penas y aventuras, quiera ser parte de éstas últimas aunque sea una vez. Así que aceptaba risueñamente las bromas de doble sentido o algunas indirectas sobre lo apretado de mi falda, me resultaba hasta divertido. Después de mucho tiempo y como uno no sabe lo que le depara la vida, pasó lo que nunca me hubiera representado como posibilidad, EL BESO. Definitivamente tenía más de 4 tragos encima, pero es curioso como un momento en nuestras vidas puede cambiarnos la perspectiva de todo lo que creíamos hasta ese momento.
Luego de aquel beso, por supuesto siguieron muchos más y las cosas fueron aumentando de intensidad con el pasar de los días (you know what I mean) y así, un día me percaté que él y yo salíamos, pues así me lo dijo un amigo suyo. Cuando fui consciente de ello, sentí un poco de miedo, tal vez porque mi mecanismo de protección me estaba diciendo: SAL AHORA!!!! pero como toda chica que cree tener las cosas bajo control, seguí adelante. Por supuesto que nunca estuvimos, pues ya le había entregado tantas cosas que no necesitaba estar conmigo (malditos amigos con beneficios), pero lo más grave de todo fue, que entre tantos besos, caricias y demás, también le había entregado el corazón y él, no lo quería.
Y ahí comenzó la lucha entre ese músculo que late y mi razón, no contaba con que la razón se te puede nublar tanto cuando te enamoras, de hecho, era la primera vez que me pasaba que me rechacen. Fue la época más difícil de mi vida, porque él jamás me quiso, no hubo un solo momento en que yo me haya sentido correspondida, pero así y todo continué, con la absurda y tonta esperanza que algún día las cosas cambiarían y se despertaría enamorado de mí.
Primero, pensé que yo había tenido la culpa de que las cosas no hayan funcionado o mejor dicho, que no se hayan cocinado, así que cuando acepté mi condición, "enamorada hasta los huesos", traté de cambiar las cosas, de cambiar yo, DE JUGÁRMELA y vaya que me la jugué. Dejé el orgullo de mujer de lado y las tonterías que éste implicaba, y lo busqué tantas veces como pude, le di cariño, amor, comprensión desmedida y, siendo un poco extremista, acepté cada una de las cosas que el hacía, decía y que dolían en lo más profundo de mi. Luego de algún tiempo me di cuenta de que nada de lo que hiciera, iba a ser valorado por él y que incluso, si lo valorara, no iba a hacer que nazca el amor por mi, pues lamentablemente, en esas cosas no se mandan y aunque me costó mucho, tuve que renunciar y retirarme, antes de que el golpe sea tan fuerte que me termine por volver loca.
Primero, pensé que yo había tenido la culpa de que las cosas no hayan funcionado o mejor dicho, que no se hayan cocinado, así que cuando acepté mi condición, "enamorada hasta los huesos", traté de cambiar las cosas, de cambiar yo, DE JUGÁRMELA y vaya que me la jugué. Dejé el orgullo de mujer de lado y las tonterías que éste implicaba, y lo busqué tantas veces como pude, le di cariño, amor, comprensión desmedida y, siendo un poco extremista, acepté cada una de las cosas que el hacía, decía y que dolían en lo más profundo de mi. Luego de algún tiempo me di cuenta de que nada de lo que hiciera, iba a ser valorado por él y que incluso, si lo valorara, no iba a hacer que nazca el amor por mi, pues lamentablemente, en esas cosas no se mandan y aunque me costó mucho, tuve que renunciar y retirarme, antes de que el golpe sea tan fuerte que me termine por volver loca.
Dicen que amar es dejar ir y yo no quería dejarlo ir porque creí que si tan solo él fuera consciente de todo lo que yo sentía, tal vez su corazón se ablandaría y empezaría a sentir cosas por mi. Ningún cálculo más equivocado, él ya me lo había dicho claramente, pero cuando uno está enamorado se ciega y no quiere ver lo evidente, lo que todos ven, menos tú, porque te aferras a una mínima posibilidad de duda para creer, porque aunque trillado, la esperanza es lo último que quieres perder y yo, quería pensar que él me podía querer y solo tenía que aguantar un poquito más; y peor que a muñeco porfiado, me dieron golpe tras golpe tras golpe, directo al corazón; y aunque dolió en lugares que jamás imaginé que podían doler, me reponía, olvidaba y seguía ahí, lista para recibir el próximo golpe, tal vez más fuerte, pero que mi resistencia sería valorada. Ja, ja.
Pero aprendí muchas cosas de esto, primero, que el corazón siempre está listo para volver a amar, que contrario a lo que yo pensaba, sí se me volvieron a acelerar los latidos por alguien, sí volví a sentir esas mariposas en el estómago, sí volví a querer luchar por algo más y aunque no resultó como esperaba, al menos descubrí que estaba viva, que podía volver a sentir. Segundo, que no podemos forzar situaciones que espontáneamente no se dan, pues yo creí que debía de perseverar y luchar, lo cual ésta bien, pero si te das cuenta que no eres valorada, es mejor decir adiós y saber retirarse a tiempo, antes de que te lastimen más de lo que realmente estás dispuesto a aguantar y tercero, que nunca debemos arrepentirnos de entregar y perder, porque quien entrega y siente, es capaz de seguir entregando y sintiendo, en cambio, quien nunca entrega nada, seguirá caminando por el mundo sin sentir cosas extraordinarias y eso, ya lo hace un perdedor.
Atte
Lunática a mil
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