
Las
horas que siguieron no había necesidad de esperar los resultados,
yo, ya lo sabía. Creo que
lo supe desde hacía algunas semanas; mi cuerpo me lo dijo, pero el
miedo y la incertidumbre de todo, hizo que deje pasar el tiempo
esperando, esperando no sé qué.
Llegó
el esperado mail, no sabía como leerlo, así que lo leyó alguien
más por mi. Era claro, tenía algo o alguien dentro de mi y no sabía qué
sentir. El shock hizo lo suyo, mi cabeza no quería creerlo, pero mi
corazón temblaba.
Llegó
el momento de decírselo al coautor y esperar su respuesta, que era
lo que más temía desde que las sospechas aparecieron. Todo a
partir de ese momento, comenzó a ser en blanco y negro para mi.
Perdóname por eso.
Las
horas que siguieron fueron de mucho dolor y soledad, él no te
quería, o mejor dicho, no nos quería. Recuerdo como una película
borrosa aquella noche frente al acantilado, escuchando una serie de
razones por las que tu inesperada existencia era una fatalidad. Me
dejé llevar por la tristeza, por el desamor, por la sensación de
una vez más haber querido con todas mis fuerzas y nunca haber sido
correspondida, por aquella sensación de haber tropezado otra vez más
con la misma piedra y por haber tenido que tenerte dentro de mi, para
haber tomado conciencia de ello. Esa noche no pude dormir, mi mente
se puso en blanco y olvidé que te llevaba en mis entrañas, para al
fin dejarme llevar por el sueño.
El
día que siguió fue muy oscuro, no podía sostenerme en pie por el
dolor, por la desolación; una vida debería causar tanta tristeza?
Acaso vida no era sinónimo de felicidad? Acaso una vida no debía
ser una bendición? Yo no sentía nada de eso, quería dormir y
despertar de esa pesadilla. Tenía que tomar una decisión y no tenía
el valor para hacerlo. Por favor que alguien decida por mi y me diga
que era lo que tenía que hacer. Los consejos de una y otra postura,
no ayudaban, solo me confundieron más.
Las
llamadas y mensajes del involucrado insistiendo en que no siga, en
que debía sacarte de mi cuerpo, mis miedos de enfrentar esto sola,
la incertidumbre de si iba a estar a la altura para darte lo que
siempre soñé, me llevaron casi sin darme cuenta a aquél
consultorio; y entonces te vi, te vimos, eras casi imperceptible
dentro de algo que el médico llamaba saco, tenías solo el tamaño
de una lenteja. La visión fue borrosa, pero fue suficiente para
internalizar al fin que tenía algo dentro de mi cuerpo, que iba a
crecer o que iba a desaparecer, según lo que decida.
Así
que decidí, de la manera más cobarde, decidí con el egoísmo a
flor de piel, decidí avergonzada, decidí con el corazón partido en
dos. Decidí que serías una angelito que no llegaría a conocer el
mundo a través de mi. No tienes una idea como debo cargar día a
día con ello. Perdón donde quiera que estés.
Quiero
que sepas que siempre sentí que te llevaba dentro, pero tenía mucho
miedo como para querer tener la certeza; que ese tiempo que te
sospechaba dentro, imaginé muchas cosas juntos, imaginé un final
diferente, contigo creciendo y siendo amado y esperado por dos
personas desde aquí afuera; pero el destino tenía planes distintos
y mis sueños, solo eran eso. Cuando realmente supe que te llevaba en
mi, quise pasar un día más juntos, aún cuando ya había decidido
que seas un ángel.
Quiero
que sepas que ese día negro, fui a ese lugar tenebroso, con un
profundo dolor en mi corazón; y que cuando decidí que no te podía
llevar más conmigo, fue pensando en que merecías mejores
condiciones de las que yo podía darte en la situación en la que me
vi.
Perdón
por no haber sido capaz de despertar amor verdadero en el que iba a
ser tu padre, perdón porque tal vez fue por culpa mía que no te
haya querido, perdón por no tener la fuerza para seguir sola en este
camino; perdón por haber perdonado a quien me empujó a hacer lo que
hice; perdón por haberlo seguido amando aún después de habernos
manifestado abiertamente que lo haríamos infeliz; perdón por no
haber tenido el valor de tenerte y perdón por no haber tenido el
valor de alejarme, cuando ya no te tenía.
Debo
confesar que me sentí aliviada, pero no por ello, menos triste. El
alivio fue porque yo no era capaz de construir el mundo que vi en mis
sueños, te esperaban a mi lado días llenos de llanto, dolor y
soledad, no era justo que una cosita tan pequeña y frágil como tú,
pase por ello.
Hoy,
después de algunas semanas, volví a decidir, porque te lo debo y
porque me lo debo a mi. Elegí ser feliz, lejos de quien no quiso
construir un mundo nuevo a mi lado, a nuestro lado, aunque ya no te
tenga. Rezo cada día para que tu almita del tamaño de una lenteja,
haya volado y se haya posado en otro vientre que tenga la fortaleza
que a mi me faltó y de ser posible, que sea donde papá y mamá te
amen en cuanto sepan de que ahora son tres, y rezo, porque no vuelvas
a pasar por lo que pasaste esos últimos días que fuiste parte de
mi. Lamento que hayas tenido que oír todas esas duras palabras,
jamás imaginé que sería de esa manera.
Necesitaba
escribir todo lo que siento y lo que sentí, porque no tengo fuerza
ni cara para hablarlo con alguien más, la vergüenza que siento es
tanta, que debo callar mi tristeza y porque la única persona con la
que podía hablarlo, ha decidido que no quiere oír más de ti, quizá porque así le sea más fácil superar lo que hicimos.
Después
de estas lineas, espero poder estar lista para perdonarme a mi misma,
aunque cada noche antes de dormir, recuerde esas dos rayitas moradas
diciéndome que alguna vez estuviste dentro de mi.
Perdón otra vez,
Ate,
Tu mamá (aunque la palabra, me haya quedado grande)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario